Mostrando entradas con la etiqueta Baradel. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Baradel. Mostrar todas las entradas

viernes, 25 de noviembre de 2016

La educación argentina, entre Sarmiento y Baradel

Formación docente, inclusión e innovación pedagógica son los desafíos que el sindicalismo debería acompañar

Enfrentar a Sarmiento con Baradel puede parecer algo muy dicotómico. Y es exactamente lo que quiero demostrar sobre el sistema educativo actual: la dicotomía existente entre un sistema posible que sigue el ideario de Sarmiento y uno relegado que es empujado por un sindicalismo que no piensa más que en paritarias y aumentos salariales, el de Roberto Baradel.

Baradel es el titular del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación de la provincia de Buenos Aires (Suteba), el de máximo poder en la actualidad. Su mayor cercanía con un aula la tuvo cuando fue preceptor de un colegio, ya que Baradel no es maestro, sino abogado. Cuando está al frente de un paro docente, el foco de Baradel es el aumento de salarios. Nunca escuché que hiciera un paro o que tuviera un proyecto para mejorar la calidad educativa.

Sarmiento requiere menos presentación, pero recordemos que durante su presidencia centró la mayor parte de su esfuerzo gubernativo en la promoción de la educación. Las provincias fundaron unas 800 escuelas de primeras letras y la población escolar se elevó de 30.000 a 110. 000 alumnos.

¿Sirven estos modelos educativos para el futuro del país? Definitivamente, el modelo de Sarmiento sí. Por supuesto que aggiornado al contexto actual. A continuación los puntos que se destacan de la obra de Sarmiento y que son claramente vigentes para impulsar nuevamente el sistema educativo.

Formación. ¿Salen bien preparados los docentes cuando culminan sus estudios? El primer paso, en la vasta política educativa encabezada por Sarmiento durante su presidencia, fue colocar el foco en los docentes y su formación. El país necesitaba profesionales idóneos de los que carecíamos y, con ese fin, se crearon las escuelas normales. El rol del Estado hoy es tomar las riendas de la formación de los formadores, de los maestros, para acercarla a la realidad del mundo en que vivimos.

Los maestros debían ser ante todo el ejemplo de mayor relevancia, con capacidad de comprender al niño y sus necesidades, además de una vasta cultura general, científica y humanística, adaptando todos estos conocimientos a la realidad del país. Sarmiento instituyó también un sistema de becas para que los jóvenes sin recursos pudieran formarse como educadores.

Sarmiento buscó que el Estado regulara la provisión de educación, generando una oferta que no se agotara en las profesiones tradicionales, como el derecho o la medicina, y que apuntara a cuestiones más vinculadas a la producción. Ésta es una de las claves que permiten entender su política educativa: creó un enorme número de escuelas y aumentó notablemente la tasa de alfabetización a partir de este modelo. Para él, la educación debía ser utilitaria, racional y científica.

La escuela debe ser un lugar inclusivo donde educación, contención y aprendizaje convivan. En esto se basó la política educativa de Sarmiento, él mismo lo expresó en 1870 en su mensaje presidencial al abrir las sesiones del Congreso de ese año: "La empresa gloriosa de nuestro siglo es la de difundir en toda la masa de los habitantes de un país cierto grado de instrucción, para que cada uno pueda abrirse honorablemente acceso a la participación de las ventajas sociales y tomar su parte en un gobierno de todos y para todos; no hay república sino bajo esta condición, y la palabra democracia es una burla donde el gobierno que en ella se funda pospone o descuida formar al ciudadano moral e inteligente".

La historiadora Luciana Sabina, autora de Héroes y villanos (Sudamericana, 2016) menciona una frase de Sarmiento: "Sarmiento dijo que «hay que educar al Soberano». Esto hace referencia al pueblo. Sarmiento aspiraba a una población culta como base de una democracia real y una república consolidada, de la que serían parte todos los argentinos -ricos, pobres, de diversos cultos- a través de la educación popular. La educación como camino a la inclusión." Para Sarmiento, educación popular equivale a educar a todo el pueblo: la educación de todos los habitantes es tarea prioritaria para la construcción de la nación.

Innovación. Luciana Sabina recuerda que entre las innovaciones que aportó Sarmiento a la educación se encuentra la sustitución de los métodos verbalistas por métodos de enseñanza científicos y pedagógicamente modernos (la preparación docente incluía la pedagogía como materia). Las encargadas de llevar a cabo esta renovación fueron las famosas docentes norteamericanas que puso al frente de muchas escuelas normales. También incorporó la materia de educación física para mejorar la salud de los estudiantes.

Pero siempre el foco es el docente, quien afronta el aula y tiene la gran responsabilidad de educar. Las innovaciones tecnológicas actuales, tan relevantes, no reemplazan al docente, sino que complementan su actividad educativa. De nada sirve repartir computadoras si la base formativa del docente sigue siendo deficiente.

La escuela secundaria actual, sin embargo, presenta problemas para un modelo innovador. Hay que repensar (o dinamitar si vamos a ser más drásticos) el sistema de colegio secundario tal como está concebido hoy. Profesores que saltan de cátedras en diferentes colegios difícilmente puedan poner su cabeza en innovar y formarse. Foco del docente en un establecimiento con tiempos para poder prepararse y formarse, resulta crítico para lograr mejores docentes y mejores resultados en los alumnos. Escuelas del siglo XIX para gente del siglo XXI difícilmente puedan consolidar la educación de gente que requiere otros incentivos.

Dos temas más de actualidad son la meritocracia y la relevancia del liderazgo en las escuelas. El sistema educativo actual tiene terror a ser evaluado. Cada atisbo de evaluación viene acompañado de una protesta sindical. Tuve la experiencia de trabajar en Inglaterra con una escuela que fundamentalmente recibe exiliados e inmigrantes. Están orgullosos de mostrar en su website la evaluación producida por la Ofted (el organismo evaluador), y su evolución.

El liderazgo en las escuelas también es crítico. La especialista en educación Claudia Romero ha presentado recientemente un estudio en el que se nota el atraso de las condiciones laborales y de la formación de directores. "Un director -dice Romero- es un docente que acumuló antigüedad al frente del aula, pero que no ha sido formado para dirigir una escuela." Estos liderazgos son fundamentales en contextos de vulnerabilidad.

Éstos son los desafíos que sería relevante que el sindicalismo acompañara para tener un sistema educativo con maestros bien pagos, pero también con una calidad educativa que llegue a las aulas.

Ante la tumba de Sarmiento, Carlos Pellegrini sintetizó el juicio general: "Fue el cerebro más poderoso que haya producido la América". Eso es lo que necesitamos señor Baradel. Espero que usted esté a la altura de las circunstancias.
http://www.lanacion.com.ar/1958918-la-educacion-argentina-entre-sarmiento-y-baradel

miércoles, 2 de abril de 2014

[EDUCACIÓN: una década perdida??]


De Sarmiento a Baradel  /  por   Osvaldo Pepe (**)
Más de 3 millones de chicos vuelven hoy a clase en la Provincia, pero la educación pública argentina sigue crujiendo.

Los conflictos siguen en otros nueve distritos. Vale decir que aun con el aumento, los maestros están mal pagos. Un policía de la Provincia, antes de la recomposición del empleo público, tiene un salario inicial de $ 8.500, contra los $ 4.544 de un maestro sin antigüedad, ya con la paritaria del sector resuelta.

Con las cifras a mano a los docentes los asiste la razón, pero todo este tiempo pudieron haber protestado con los alumnos dentro de las escuelas y con los maestros al frente del aula.
Con más inteligencia pedagógica y menos estilo barra brava. Aun con paro, los chicos hubieran aprendido mucho más dentro de la institución que con las maratones de play, compu o TV o los vagabundeos en la calle.

Quizá también hubiesen registrado que la huelga es un derecho constitucional que sus maestros ejercieron para darles una mejor educación. Y que aprender también es un derecho constitucional de ellos como alumnos.
Hubiesen aprendido que quienes les enseñan cada día deberían ser a la vez personas razonables y sensatas, y no sindicalistas patoteros que braman amenazas, apenas disfrazadas de reivindicaciones salariales, como ésa lanzada al gobernador y a sus propios funcionarios: “Donde vayan los iremos a buscar”.

Y deberían aprender, ahora y siempre, que Domingo Faustino Sarmiento es más importante que Roberto Baradel, el hombre que lloró en 6,7,8 al recordar la función de los comedores escolares, pero que en el conflicto se mostró como la caricatura de un patovica, que negaba el acceso de los chicos a la escuela.

Ahora, en la vuelta a las aulas, un gremio mayoritariamente K, como el docente, acaso saque provecho pedagógico de la dura experiencia, y de paso les explique a los alumnos cómo ha sido posible que en tanto tiempo sin clases en la Provincia donde vive un tercio del país, la Presidenta de la Nación no haya tenido una sola palabra sobre el diferendo y menos todavía sobre la gradual decadencia del sistema educativo argentino.

Este conflicto no fue sólo económico. El país invierte el 6,47% del PBI en educación. A juzgar por los hechos, es plata tirada.

No alcanza para salarios dignos de los docentes ni para una educación de excelencia: el derrape de los estudiantes argentinos en las pruebas PISA muestra una brusca caída en comprensión de textos. Sin eufemismos: la mayoría de los chicos argentinos no entiende lo que lee, no puede asimilar ni comprender consignas o elaborar pensamiento propio. Como para que los burócratas de la educación empiecen a replantear su eficacia. El drenaje a la escuela privada se acrecienta con estos paros. Ya no hay plan oficial que retenga a los chicos en la escuela: quienes se reciben en el secundario son hoy menos que hace una década.

En educación, en estos diez años nadie ha ganado. Todos hemos perdido.


**  Periodista del Diario CLARIN